miércoles, 23 de mayo de 2012

CLAMOR



La mano acaricia suavemente el vidrio esperando el espacio para la plegaria. Contribuya, es para la lucha, la lucha contra las drogas, luchamos por liberar el barrio. En ese momento, desde arriba, y desde afuera, se une la flor y el estiércol, el poema y el eructo, todo en un mismo clamor: la juventud blanda que cree suya la cornucopia, derrama el agua ocasional que no se atreve a más que las mejillas en medio de disertaciones fáciles sobre el naufragio patrio, la terrible situación económica, y la quimérica necesidad de futuros forasteros, todo ante los ojos complacidos y piadosos de fortunas progenitoras amasadas bajo el tutelaje de gobiernos complacientes dedicados con desvelo a la fertilización de los balances vernáculos.  Se sueña con otras ciudades porque no se quiere recordar que existe un mundo distinto más allá de los palacios. Y arriba en la selva de zinc y de antenas, la memoria es barrida por la alquimia barata que embrutece y quema pero que perdona a ratos, la lluvia llega de vez en cuando a cobrar la impertinencia de que la vida sea mercancía en remate con el precio marcado en plomo, y la situación económica se reduce al movimiento telúrico de aparatos digestivos que sueñan con días sin balas,  porque no saben que existe un mundo distinto más allá del barro. Un día, el aire que nos conecta se endurecerá y se volverá hilo para cosernos a todos en un solo collar gigante.



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