jueves, 15 de diciembre de 2011

EN UNA VIEJA CIUDAD




Aguantan los huesos, árboles solitarios en el otoño de la carne derrotada. Llegará el día en que viajará la piel seca a desposar la tierra sumándose a cientos de pieles anteriores, progenitoras de toda  piedra. Lo que queda hará el viaje ligero a la copa de los árboles y será marcado con un signo luminoso. Hasta que ese día llegue abrazaremos lo que nos ha sido dado: la sal y la miel, el polvo y el viento. Mientras tanto, sólo los esclavos mantendrán los latidos y producirán vapor, ahora que dueños y fugitivos se disuelven lentamente. Este templo de Saturno, se tragó sus murallas y sus hijos, y los volvió hueso. Sus torres sin origen se elevan como si la roca estuviera hecha de nube, huyendo con asco de los burdeles que pululan a la distancia en la que no cabe viento, donde siempre se oye una canción.


    Mis huellas sobre las tuyas


estaban encima de las de otros


                                 que vinieron después de unos


que no fueron los primeros



No te apures, las piedras planean venganzas largas que olvidan al término de unas pocas eternidades. Como peces retornando al desove, terminaremos siguiendo mapas invisibles que nos devuelvan a un capítulo de un libro escrito con argamasa y niebla. Será el perfume de la estirpe que ha penetrado el alma de la roca y llama como faro. El cielo se borra y se dibuja de nuevo cada día, luchando por inventar un nuevo planeta, pero seguimos volviendo al hogar original, a la casa placentaria. Los alfabetos escondidos en ella exorcizan el vacío. No amas las formas de esta ciudad, sino el espacio que como molde en negativo, te conceden sus calles.


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viernes, 2 de diciembre de 2011

LA CONSTRUCCIÓN DE LA LUZ




Desde la mesa lejana de un mercader fenicio en el mediterráneo, al bosque indivisible del trópico que perdona. Desde los frenéticos injertos de hierro entre ciegos, ocupados en mermar la estirpe en las zanjas de la guerra, hasta  el reinado de las poderosas cajas de pandora, todo ha sido un transcurrir entre el esmalte y la ceniza. Todo ha sido empujar un corazón latiendo fango, esperando florezca una lengua intrépida, capaz de unas pocas palabras. Contra el abismo las palabras son cortas y tienen tímpanos de piedra, y aún así, son poderosas como el agua, que se cuela entre rocas y huesos, y aniquila sueños, y permanece en pie de guerra. En estos tiempos regentados por la oscuridad, dueña del último laberinto, las palabras venderán cara su derrota; esquivarán el aire usado, soldarán compuertas, recogerán los pedazos, nombrarán una llama alta y cristalina, e invocarán las grietas brillantes para retar a las sombras en una última carga, antes que se disuelvan los gritos. Sólo necesitamos esa minúscula victoria, en una guerra perdida de antemano en lo profundo. Lo necesario para poder construir la luz.


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