sábado, 3 de septiembre de 2011

SUELO



Te pateo, te maldigo. Blasfemo, te amenazo. Y sigues impávido, no protestas. A veces creo que te volteas y emerge un ojo, que mira y pregunta, y nunca entiendes por qué esta estirpe mía te llaga, te humilla, te asola. Nunca una tregua, nunca un desagravio.
Estas torres hechas de tu sangre seca no son suficiente grito para que la plaga se detenga arrepentida. Están ciegos planeando una emboscada a los ángeles. Son niños que piden cielo sin abrir la boca para no mostrar la daga envenenada. Te dejarán atrás, masticado, y volverán desgastados a descansar. No tendrás problemas en aceptarlos, mostrándoles el círculo que se cierra. Y tú seguirás amplio y mudo, concentrado en buscar dioses que tengan piernas suaves.


2 comentarios:

Carlos Zarzalejo dijo...

Buenos textos. Saludos.

Ophir Alviárez dijo...

Fuerte, adolorido, real...

Ophir