miércoles, 18 de abril de 2012

SEQUÍA



Quizá un lenguaje para los finales
exija la total abolición de los otros lenguajes,
la imperturbable síntesis
de las tierras arrasadas.
Roberto Juarroz


Hasta el cielo desistió de su azul en estos parajes mancillados por el polvo hirviente, donde duelen los ojos tratando de encontrar colores detrás del ocre. En esta tierra se vive muriendo, aplastados todos entre el suelo desencajado y un calor macizo e indivisible. Se salvan los pájaros que habitan más allá de la temperatura, atentos al paso de ángeles cobardes que transitan apurados estos senderos en los que falta Dios y sobra purgatorio. Un vendaval de polvo vendrá a limpiar la tierra y a dejarla lista para la refundación, llevándose hombres y animales por igual, porque desde hace tiempo, hombres y animales hablan aquí la misma lengua y cuesta distinguirlos. El mundo se moverá de nuevo en algún momento, y aparecerá aquí una montaña, un lago, o un bosque, y con toda seguridad, ese día se escribirá un poema  sobre el agua, el color, o la luz.


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1 comentario:

Ophir Alviárez dijo...

Apocalíptico, devastador, tal vez oportuno. Estos días he tenido miedo y el texto lo refuerza. Ojalá esa montaña, un lago, un poema, ojalá mañana pero soy tan hoy...

Abrazo.

Ophir