lunes, 1 de abril de 2013

MANADA



Tribu amaestrada que olfatea migajas tratando de olvidar la humillación, celebran el milagro de ver otro día que nace antiguo, mientras se deslastran de los signos propios de los ángeles, con la vana esperanza de heredar el estoicismo de las fieras. Cazar para no ser presa, o resignarse a ser mascota de abyectas intenciones, terminan aplastados por el tedio y la grasa. Han dejado atrás el instinto de manada y serán atrapados fácilmente, si antes no son despedazados por el vecino ciego que no oye el clamor de piedad, ensordecido y golpeado por las estridencias de un mal experimento ideado por los dioses hace ya unas cuantas eternidades.



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