A salvo del vendaval, palpas inútilmente la sien buscando el brillo lejano de tu raza exquisita, señora de este reino de hierro, piedras y fuego, donde todas las sillas parecen tronos, donde todos los muros recuerdan a Jano. Las pistas del enigma las deberás buscar en los tobillos, en los tuyos, no en aquellos que llevan la intemperie sobre la piel. A esos, el filo de la hierba les ha cortado finalmente las cadenas.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario